domingo, 26 de abril de 2015

Andakanos en Astigi

Todos sabemos que a una hora en coche desde Sevilla se encuentra la ciudad de las siete torres, llamada también la sartén de Andalucía, pero pocos sabíamos de su encanto y riqueza cultural.
Después de proponerlo varias veces por fin el jueves 16 de abril de 2015, nos fuimos a visitarla. En la puerta del Palacio de Benamejí nos acogió Francisco Fernández Pro, un ecijano de adopción, amante de la ciudad y empapado de su historia, para darnos una visión global empezamos por la visita del museo histórico en el palacio donde nos encontrábamos.
La prehistoria, la protohistoria y la historia están presentadas en las salas con sencillez didáctica, ya que son visitadas por numerosos escolares de la comarca.
Tienen expuestas piezas significativas fenicia, tartésica y sobre todo romana ya que la Astigi romana, fue una de las cuatro provincias en que se dividió la Bética romana, situada a orillas del Genil, navegable en aquella época hasta su desembocadura en el Guadalquivir y a través de este hasta el mar.
Millones de cantaros de “oro liquido” fueron transportados por esa vía hasta el centro del Imperio en ánforas de arcilla, elaboradas por los alfareros astigitanos.
La figura estrella del museo es la “Amazona herida” que apareció recientemente recostada y con los pies cortados en el subsuelo de la plaza de España, restaurada con maestría hoy luce airosa su cuerpo musculoso bajo la transparencia marmórea de su corta túnica. Ente los mosaicos expuestos destaca uno, “El cortejo de Baco”, con todos los atributos de este dios del vino, elaborado con pequeñas teselas con gran maestría y una impronta de serenidad que emanando del mosaico contagia al espectador.
Del museo pasamos al Casino de los Artesanos, con un grandioso salón multiusos y paredes recubiertas de azulejos antiguos, de excepcional belleza.
Pasear por la ciudad, también tiene su encanto, el centro con sus calles estrechas, con sus casas grandes y palacios blasonados, las hornacinas con santos y las columnas incrustadas en las esquinas para protegerlas de las ruedas de los antiguos carros. Y que decir de las torres barrocas y espadañas con cigüeñas que aparecen cuando menos te lo esperas.
En el restaurante el Genil compartimos un cocido cofradiero y algunas cosillas más, rematado con tocinillo de cielo. Después del café seguimos paseando la ciudad hasta la calle del balcón largo, allí contemplamos la fachada del Palacio de Peñaflor ahora cerrado esperando ser restaurado.
En la Iglesia del Valle, inacabada pudimos ver el sarcófago romano del siglo IV, que sirve de altar, con sus grabados bíblicos bien conservados.
El convento de las carmelitas de fachada anodina, sorprende su interior, por la gran riqueza del barroco retablo mayor y las pinturas murales, así como un magnífico órgano de cuatro caras, difícil de encontrar en otros lugares. En esa bombonera, como la llaman los lugareños, escuchamos el Canon en Re mayor de Pachelbel, que tocaron para nosotros unos estudiantes de música, allí estaban ensayando.
En la parroquia de Santa María vimos el mini museo esparcido por su claustro y en la sacristía la cabeza de Germánico, que fue encontrada por un campesino cuando araba y se la entregó a su párroco, hoy es visitada por los turistas, sobretodo germánicos que recibieron su nombre de ese capitán romano, aunque ahora se llamen alemanes.
Terminamos el paseo en el Salón, con sus casas miradores y su ayuntamiento en restauración y en el subsuelo hoy aparcamiento subterráneo, aparecieron importantes tesoros arqueológicos, parte aún en estudio y que darán sin duda para llenar otro museo. Por la calle Nueva, eje principal de la Astigi romana y de la nueva Écija nos dirigimos a los coches, contentos de haber conocido más a fondo la ciudad vecina, rica en historia y agradable en su contacto, gracias a la vida que nos permitió ir y a Paco que nos transmitió su entusiasmo por esa ciudad con encanto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor    

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